lunes, 29 de octubre de 2012

Morder

Los dimes y diretes a la luna,
el día que el ángel se fue
y dejó que la noche eterna
se vuelva cáscaras.
Los gritos y rasguidos al cielo,
cuando en el cuerpo no quedó más espacio
donde esconder el dolor.
Esas voces tan palpables 
en los tiempos que se decían juntas,
ya son intangibles y hasta olvidables.
Hoy seré la piedra angular
del castillo del profeta.
Hoy marcaré su sien y helaré sus llagas.
De nada sirven las fantasías
que tejí de nervios en las madrugadas.
Hoy son del viento,
hoy soy del viento.


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