lunes, 21 de octubre de 2013

Las lágrimas

Las lágrimas, a veces,
son bolsas de basura.
A veces, la muerte.
A veces, la carne.

Las lágrimas, a veces,
son la vida.
A veces, las lágrimas,
son rasguños en el alma.

Las lágrimas, a veces,
son gotas de jugo agrio.
A veces, la ausencia.
A veces, el hambre.

Las lágrimas, a veces,
son jirones de esperanza.
A veces, nostalgia.
A veces, rabia.

Las lágrimas, a veces,
son puños en las sienes.
A veces, en el estómago.
A veces, en el alma.

Las lágrimas, a veces,
no dicen nada.
Remolinos de excesos,
a veces, son las lágrimas.

A veces, frío.
A veces, la lluvia.
A veces, la calma.

Las lágrimas, a veces,
son las palabras,
las que adulan,
las que hieren,
las que aman.

A veces, las lágrimas,
son los besos increíbles.
A veces, las manos,
los dedos en los rincones.

Las lágrimas, a veces,
son el perfume.
Son las pestañas
relampagueando,
resucitando.

A veces, las lágrimas.
A veces, la risa.
A veces, nosotros.

miércoles, 16 de octubre de 2013

y a mí, qué con la esperanza

No creo que sea justo hablar de esperanza. Y más aún, afirmar y dejar caer sobre el hombro del otro la arbitrariedad de que sea el último lastre de la vida que se debe perder.
Al fin y al cabo, la esperanza son esas manos tibias que nos tapan los ojos y nos permite sonreírnos como si pudiésemos creer, al menos por un instante (a otros por más), que no existen injusticias en el mundo.
La esperanza, atractivo artilugio de los sistemas de creencias a lo largo de la historia, se convierte en un mecanismo circular y vicioso, en donde sedientos de respuestas obvias y soluciones instantáneas (como los sobrecitos de sopa) los hombres vamos dándole cuerda a la vida esperando -esperanzados- que en alguna de esas vueltas salga despedida como una flecha condescendiente la llave mágica que nos resuelva nuestros conflictos: amorosos, familiares o económicos.
Pienso que hay que desterrar las esperanza de nuestras vidas. Pienso que por ningún motivo hay que poner la otra mejilla. Pienso que no hay que sucumbir ante la automaticidad del positivismo esperanzado y dejar de llenarnos la frente de chichones por darnos la cabeza contra todas las paredes que nos dijeron que no.
No hablo de rendirse, hablo de buscarle un atajo a la milenaria procesión de aguardar lo que la vida nos tiene preparado y salir a buscarlo frenéticos y ávidos de mundo. Sacarnos las manos tibias conformistas de los ojos y mirar a nuestro alrededor, mirar todo, mirar hasta con los pies y la nuca.
Ver, preguntar, criticar. Remover la tierra, revolear ideas. No quedarse quietitos esperando que la esperanza nos regale un último pedacito de valentía.

jueves, 10 de octubre de 2013

Una tarde

Piedritas de barro.
Gotitas de lluvia.
Balcones sin techo.
Baldosas flojas.
Charquitos de agua.
Diminuto diminutivo.
Paraguas de colores.
Corridas y estancadas
(para besarnos).
El pelo nos chorrea.
El alma nos chorrea.
Las bocas nos chorrean.
Los besos nos chorrean.
Las manos pegajosas.
Zapatillas que chillan.
Se me salen los zapatos.
Y nos apretamos
las ropas mojadas
Mientras, insistimos.
Queremos fumar.
Cruzamos Corrientes.
Zig zag de librerías.
Ya pasaron los malvones.
Ahora, un túnel.
Y el aire a gentes
nos aplasta.
Ya pasó la lluvia.
La salida de los topos.
Y la lluvia que volvió.
Y una vereda (un vino)
hacia un camino de ida
directo a una noche
(fuera del mundo).


viernes, 4 de octubre de 2013

Así

Así estás perfecto,
desplomado en mi cama,
luchando contra la luz.
Así estás perfecto,
con las pecas de tus hombros
saliendo de las sábanas.
Y yo que quiero abrirte
quizá, el pecho,
al menos para tocarte
y besar tu carne.
Pero así estás perfecto,
cuando te muerdo
la eterna sonrisa.