lunes, 6 de octubre de 2014

La roedora

La noche de gatos helados te vomita.
Empuja tu pequeño cuerpo y lo
abolla de luces y lluvia.
Hay un vacío en tus sienes
que algunas veces derrama
oscuridad acuosa.
Y te olvidás en una esquina
como un juguete que ya no divierte,
como un paquete de pimienta
en el fondo de la alacena.

La noche de gatos helados te vomita.
Las estrellas de una brillantez rabiosa
se escondieron en tu pelo.
Un olor de alcantarilla te sube
por el cuello
y un cosquilleo de ratas hambrientas
te sucumbe las manos.

Llegó la hora de derrumbarse
con movimientos de gelatina,
de jeta a la noche de gatos helados
que vomita pelo y te sacude.

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