Merezco el infierno
por haberme pronunciado
y hacerte vibrar los talones.
Las imágenes que solían ser
buenas o malas compañías,
se tornaron lejanas y sordas;
merecen el infierno conmigo.
Todo merece el privilegio del fuego.
Aniquilarse.
Todo lo que se aferra a la memoria
es un pedacito de miedo,
un conjunto de quizás.
Pero hay que quemarlo y fundirlo.
Aniquilarlo.
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