miércoles, 18 de septiembre de 2013

La ansiedad de los cuerpos

El aroma del beso forma un espiral en el aire a la vez que tus manos dibujan un instante del día, y te atropellás de saliva queriendo contarme rápido porque te estoy mirando con mis ojos en tus ojos simulando atención, y por debajo de las narices mis labios se muerden y mis manos se inquietan.
Asiento con onomatopeyas a tu relato y me acerco. Primero, lo importante, mi mentón haciendo surcos entre tu cuello y tu hombro. La punta de mi nariz que delimita tu oreja. Y te beso la nuca. Te siento los silencios cada vez más extensos entre las palabras y la respiración que se acentúa hasta ocupar más espacio que la voz. Yo detenida en tu sien, imagino que cerraste los ojos y sucumbiste a la idea de que en minutos estarás enredado a mi cintura, como lo estás ahora, mientras recorro con los dedos de mis pies la pendiente hasta tus rodillas.

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