Festín saturnal de carne latente,
donde el remolino es exceso
quiero encontrarte: acurrucada,
orgásmica y penitente.
Mirar desenroscarse el
ovillo de mercurio que son
tu manos contra el azul del suelo.
Y dejarnos envolver,
débiles de adrenalina, acomodando
nuestras formas de extremos urgentes
a los vaivenes de tu delirio.
Que la luna aúlle, que gima.
Que la noche es tuya, y
nosotros, niños del orden,
somos el agua que tiembla, que barre.
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