Vivimos dando nuestro mejor paseo de horas interminables en una cama que se convirtió en un templo. Nuestro y mágico.
Le dije que mi piel no concibe los días sin la rabia de sus manos y se estremeció como un papel devorado por el fuego. Se quedó acurrucado en el ángulo entre mi hombro y mi cuello, y nos quemamos toda la noche hasta que nos sorprendió la mañana.
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