sábado, 14 de julio de 2012

De un salto bajé de las nubes y pisé tierra firme, mientras me sacudía el polvo de estrellas de los hombros, miré hacia el firmamento y busqué esa puerta que me permitiría volver.
Ya estaba acá, en la tierra. Con mi cuerpo de tierra, con mis ojos de tierra y con mis manos de tierra. Todo corría peligro de desintegrarse con la primera lluvia. Todo era tan hostil como cuando me había marchado. Pero a veces, tenemos que volver. A veces, las almas no están preparadas para cruzar el puente de la magia del amor eterno. Y entonces pisamos el suelo y nos volvemos tierra. Y nos volvemos polvo, pero somos magia.



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